«Hoy la tercera parte de la población juvenil asiste a la
universidad. Una cantidad enorme de personas, en el periodo más vigoroso
de sus vidas, están atrapadas por un sistema palabrero, doctrinario,
abstracto, alejado de la experiencia, aleccionador y dogmático, quedando
apartadas de la producción (por tanto, de una parte significativa de la
vida real) y convertidas en consumidores puros.Disponer de credenciales
y títulos académicos no significa estar bien educado sino, meramente,
bien adoctrinado, lo que coopera en constituir los sujetos dóciles,
débiles, vacíos, incultos, no-creativos y pasivos que el régimen de
dictadura vigente necesita.
¿Qué utilidad social o personal tiene esto? La pregunta es: utilidad
¿para quién? El sistema de dominación ha hecho de la educación un modo
de adoctrinamiento y amaestramiento, de doma y manipulación, de manera
que las facultades intelectuales y reflexivas del alumnado son
progresivamente ahogadas, extirpadas. En el caso del sistema educativo
la contradicción entre las exigencias políticas y las demandas
económicas son obvias. Se ensalza “la sociedad del conocimiento” pero lo
que tenemos realmente es la sociedad del adoctrinamiento y la
manipulación de las mentes a un nivel y en un grado como no han sido
conocidos anteriormente en la historia de la humanidad.
El
individuo convertido en multi-ignorante por el sistema académico, al que
se le sofocan las capacidades reflexivas y se le convierte en un
androide que reproduce mecánicamente lo que los profesores-funcionarios
le han inculcado por aleccionamiento, es poco apropiado para las
actividades productivas, aunque sí para la obediencia y la sumisión. No
es inteligente, no es él mismo y no es creativo, de modo que no se puede
esperar de él más que unos resultados mediocres una vez que se
incorpora a la actividad económica. La pasmosa falta de libertad actual,
que afecta en primer lugar a su fundamento primario, la libertad de
conciencia, es también una cuestión económica de notable importancia.»